Miguel Erimo: «Creo que no podemos olvidar que todos podemos brillar si la mirada cambia».

Este artículo ha sido extraído del Boletín Informativo Digital de Fundación Aequitas.

Cuando la Fundación Aprocor me pidió que escribiera este artículo para la Fundación Aequitas pensé que esta sería una buena oportunidad para ayudar a las personas con discapacidad y para poder hablar de los apoyos profesionales y seguimiento que necesitamos.

Yo no sabía lo qué era Aequitas y he estado buscando información para entender mejor qué es lo que se hace desde esta Fundación.

He empezado por buscar qué hace un notario y me ha quedado claro que es el profesional del derecho que ayuda a otras personas que necesitan que alguien asegure que, por ejemplo, un documento es auténtico, y que eso significa dar fe. Y para que eso pase tienen que saber mucho sobre los derechos de las personas y también sobre lo que pasa en el mundo.

El presidente de la Fundación Aprocor me explicó que Aequitas se creó porque muchos notarios querían ofrecer su conocimiento a las personas más vulnerables. A las personas que, como yo, tienen una discapacidad o son mayores.

Yo me llamo Miguel y llevo años dando a conocer situaciones difíciles que vivimos muchas personas por tener discapacidad. Hay cosas que son claramente un ataque a nuestros derechos y que son castigadas por la ley pero las que a mí me preocupan más son las que no son un delito: las que no se ven. Las que tienen que ver con actitudes y comportamientos injustos. Son los que pasan desapercibidas pero que sufrimos y que, son casi más duras que las denunciables, porque se dan cada día.

La Convención de los Derechos de las Personas con Discapacidad de la ONU ha sido muy importante para que cambien las cosas. Una de esas cosas que más nos ha alegrado ha sido el reconocimiento del derecho al voto. Yo conozco muchas personas con discapacidad intelectual que lloraron cuando pudieron meter su voto en la urna. La campaña “Mi voto cuenta de Plena Inclusión” supuso que muchas personas tomáramos conciencia de qué suponía estar incapacitado y en qué nos limitaba. Muchas de ellas no sabían ni siquiera que lo estaban.

Durante muchos años se incapacitó a muchas personas simplemente por tener discapacidad intelectual. La idea era protegerlas pero limitaron su libertad.

Haciendo eso, personas preocupadas por nuestro bien nos han hecho mucho daño porque han mandado mensajes muy negativos a la sociedad: las personas con discapacidad intelectual “no pueden decidir”, “no valen”, “pueden ser peligrosas” “hacer daño a otros sin querer”. Y el resultado es que otros han decidido y deciden por nosotros.

Poder tener el control de nuestra vida es importante.

Tener el control no significa que yo pueda hacer todo solo. Eso no sería real. Pero supongo que no hay nadie que pueda. Todos necesitamos de otras personas.

Para mí lo importante es que mi opinión sea lo primero y que si no puedo expresarla se busque la manera para estar seguros de que es lo que más cerca está de lo que yo pueda querer.

Yo tengo compañeros de la Fundación Aprocor que a lo mejor no pueden hablar ni expresar lo que quieren, pero las personas que más le conocen le ofrecen muchas cosas para que pueda elegir, le proponen planes y miden cuántas veces se ríe, si ha hecho amigos y si le han visto feliz. Se adaptan a lo que cada persona puede hacer y tratan de no hacer nada por ellos si son capaces de hacerlo por sí mismos. Son cosas pequeñas al principio como abrir una puerta o elegir si quieren fruta o yogur pero es así como se avanza en el control de la propia vida a la que todos tenemos derecho.

Se están revisando otras leyes que tienen que ver con esto de las incapacitaciones o de la modificación de la capacidad, como creo que lo llaman ahora, y me da mucha alegría porque nos preocupa mucho, por ejemplo:

  • Que tengamos que vivir en residencias o en pisos con mucha gente. Todos con discapacidad intelectual. Queremos elegir dónde y con quién vivir.
  • Que no podamos tener nuestro propio dinero o decidir quién nos ayuda a manejarlo. Hay personas que no pueden llevar su DNI ni su tarjeta de transporte porque tienen miedo de que la pierdan. Para ellas es casi imposible que puedan llevar una moneda en el bolsillo.
  • Que otros decidan sobre nuestro cuerpo. A muchas mujeres las han operado para que no tengan hijos es algo que no entiendo por qué se hace, es horrible, pero también es muy grave que el médico ni nos hable a nosotros cuando estamos en su consulta, ni nos diga para qué son las pastillas que tomamos.
  • Que no nos dejen trabajar porque tienen miedo de que perdamos la pensión y nos quedemos sin nada.

 

Todas las personas con discapacidad tenemos derecho a vivir, a elegir y a tener posesiones y que no se nos ningunee.

Hoy he sabido que la Fundación Aequitas tiene mucho que ver con estos cambios en las leyes y quiero que sepáis que os estoy muy agradecido. Porque sin vosotros sería muy difícil que las cosas cambiarán de verdad.

Desde que doy charlas para prevenir los abusos, he aprendido a ver con más perspectiva lo que pasa en el mundo de la discapacidad y que podemos conseguir muchas cosas si todos estamos unidos.

Hay un dicho que dice que separados llegaremos todos pero juntos iremos más lejos.

Quiero acabar dando las gracias a la Fundación Aprocor y a su presidente, que es donde me apoyan para mejorar mi empleo y darme la oportunidad de decir lo que pienso. No es fácil que podamos expresar lo que sentimos y creo que él ha sabido escucharnos de verdad.

El lema de la Fundación Aprocor es “Creemos en cada persona. Una persona un compromiso”. Está escrito en grande junto al logotipo. Yo creo que se puso ahí para que nadie lo olvidara y desde luego él no lo ha hecho. Lo que sabe de las leyes y su compromiso con las personas con discapacidad intelectual ha hecho que la vida de muchos de nosotros sea mejor.

Creo que no podemos olvidar que todos podemos brillar si la mirada cambia.

Gracias Ramón por mirarnos como nos miras. Tienes mucha visión.